Martes 10 de abril de 2012
El domingo 1 de abril
del 1012 a las 9:20 a.m. en la parroquia San Sebastián de Chigorodó,
vivimos un hecho contradictorio y simbólico: para realizar las exequias
de Manuel Ruiz y su hijo Samir de 15 años, asesinados por defender su
tierra, el párroco tuvo que sacar, antes de lo previsto, las imágenes
para la procesión que conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén
(domingo de ramos) con la cual se inicia la semana Santa y en el atrio
se cruzó con los restos mortales de Manuel y Samir.
Cuando
inició una precesión, terminó la otra. Ambas signadas por la muerte, las
dos atravesadas por la vida. Tanto la una como la otra dejan ver hasta
dónde puede llegar barbarie humana. Recrean la pasión vivida en la
primera, coinciden en que esas muertes fueron ordenas por poderes que se
sienten amenazados por los pequeños de la historia.
El atrio del templo fue el lugar del encuentro, un mismo instante fue punto de llegada y punto de partida. Jesús y Manuel sabían del peligro, de los poderes que enfrentaban, denunciaron con claridad los riesgos, las amenazas; con sus acciones los dos afirmaban la dignidad de un territorio: Jesús ante la invasión romana, Manuel ante la invasión empresarial. Dicen los evangelios que un puñado de pueblo solidario acompañaba a Jesús en lo que sería el camino hacia la muerte y posterior resurrección, otro puñado del pueblo acompañaba a Manuel y Samir hasta el sepulcro, a pesar del miedo de mostrarse solidario y dolido ante la mirada de los victimarios que recorrían Chigorodó.
En la semana santa es central el camino hacia cruz, el viacrucis, recorrido por Jesús desde hace 2000. La conmemoración coincide con el viacrucis de los reclamantes de tierra en Colombia, que se ha logrado visibilizar en casos como los de Curvaradó y Jiguamiandó, que muestra el peor de los rostros en los crímenes de Orlando Valencia, Walberto Hoyos, Benjamín Gómez, Argénito Díaz, la desaparición de Everto Gonzalez, el crimen de los hermanos Agames. A Manuel y a Samir les asesinaron como a Jesús. Manuel un afromestizo que trabajó durante 27 años, la mitad de su vida, por un pedazo de tierra para sus hijas e hijos. Samir, un adolescente que por acompañar a su papá corrió la misma suerte de él. Con la porción del territorio del Curvaradó adquirida, Manuel quería asegurar la vejez de su compañera y la suya. Ojalá su entrega no sea en vano.
El texto de la Viña de Nabot (1 Re 21) iluminó, en el sepelio, el significado de este acto de barbarie, de este acto que expresa la decadencia de la humanidad, profundo significado de estas muertes de reclamantes de tierras.
El campesino Nabot tenía su finca al lado del palacio del rey, a quien le pareció bien quedarse con ella y quitar a Nabot de allí, por eso le propuso comprársela o cambiarla por otra tierra. El campesino se negó porque allí estaba su historia, la de su familia, su dignidad, su memoria. El rey contrariado le contó a la reina que el campesino no le había querido vender la finca. Ella le recordó que él era el que mandaba en el país y se ofreció para arreglar el problema: “yo me encargaré de darte le finca”. Hizo cartas, comunicaciones con los sellos oficiales, consiguió testigos falsos, también del pueblo, movió sus influencias en los círculos de poder y convenció al “pueblo” de la perversión del campesino, quien fue considerado un riesgo para la gente de bien porque, según la reina, hablaba mal de dios y del rey, pues cuestionaba el poder. El campesino fue condenado a muerte. Todo iba muy bien para los planes de la reina en favor del rey: Nabot estaba muerto, su muerte había sido conforme a la ley, con la complacencia y complicidad de los poderes político, económico y religioso. La reina quedó bien ante el rey al cumplirle la promesa de entregarle la tierra, no había obstáculos. Pero Dios se cruzó en el camino del rey cuando iba a tomar posesión de la viña del asesinado Nabot, enviando al profeta Elias para reprocharle su proceder y recordarle las consecuencias funestas de su actuación. El rey sabe lo que ha pasado por eso llama al profeta “enemigo mío”. El profeta en nombre de Dios dijo: “así que después de matar, te adueñas de la tierra?”
La historia de la tierra se repite a través del tiempo. Esperamos que llegue el día en que se empiecen a arrepentir los reyes, las reinas, los malvados, los cómplices y aduladores de toda la historia quienes desde diversas instancias de poderes políticos, económicos, religiosos, mediáticos de ayer y de hoy justifican la infamia. O por lo menos que haya justicia por sus crímenes. Esperamos la justicia.
El viacrucis vivido por Manuel y su hijo Samir, por toda su familia antes, durante y después de la desaparición y asesinato ha tenido trece estaciones. Meditémoslas, intentando ubicarnos en su lugar.
1. Manuel, al igual que otros 46 líderes del Curvaradó y Jiguamiandó, denunciaron infructuosamente ante las autoridades competentes las amenazas contra sus vidas. Estaban condenados a muerte.
2. Manuel fue detenido por la policía de Mutatá, luego de que paramilitares le gritaran “guerrillero".
3. Manuel y su hijo fueron bajados del vehículo por paramilitares, en el que se transportaban hacia su tierra. Como corderos eran llevados al matadero.
4. Las autoridades responsables de activar los mecanismos de búsqueda de los desaparecidos no actuaron para garantizar la vida a Manuel y su hijo, no les importó el dolor, ni cumplieron con su deber, al fin de cuentas esas vidas no valen nada. La policía se excusó diciendo “el puente es un punto rojo donde hemos sido atacados varias veces, por eso no vamos ahí”.
5. Los cadáveres de Manuel y Samir fueron encontrados por familiares y miembros de las Zonas Humanitarias quienes se negaron a escuchar las autoridades que decían que era peligrosa esa búsqueda, la fuerza de la solidaridad, de la dignidad fue más fuerte que el temor.
6. La familia Ruiz Gallo se desplazó por temor, para salvar su vida, salieron sin rumbo sin saber a dónde ir, como lo habían hecho en 1997 y en el 2001. Aumentaron los cerca de 6 millones de desplazados que hay en Colombia.
7. La esposa, los hijos y los nietos de Manuel, desplazados forzadamente por temor a las represalias, se encontraron con los padres, los hermanos, las hermanas y los sobrinos llegados de distintas partes del país, en el parque de Mutatá. Las miradas de los vecinos conmovidos, de los habitantes indolentes y de los victimarios llegaron a sus corazones en medio del dolor por la pérdida de sus seres queridos.
8. El derecho que tienen un desplazado al alojamiento de cada día, a la comida para niños, ancianos y adultos, la atención en salud brilló por su ausencia. Las familias debieron exigir y ante las carencias, hasta implorar ayudas mientras instancias oficiales dijeron que el Estado estaba cumpliendo todas sus obligaciones constitucionales. Qué abismo entre las palabras y la realidad!.
9. La esposa y los hijos volvieron por unas horas a la finca para rescatar algunas pertenencias que hicieran menos duro el desplazamiento. Hicieron el mismo recorrido de Manuel y su Hijo hacia la muerte. Uno de los habitantes del lugar los bendijo por haber rescatado los cuerpos de sus seres queridos, posibilidad que cientos de familiares no han podido tener.
10. Frente a miembros de la familia Ruiz, en la alcaldía de Mututá, miembros de la policía, del ejército, de la unidad de atención a víctimas y otras instancias oficiales afirmaron que habían buscado a Manuel, que estaban presentes al momentos de encontrar los cadáveres, que estaban prestando la atención humanitaria adecuada. “Será una presencia una ayuda invisible porque nada de eso hemos visto”, dijeron los familiares. El gobierno solo llegó hasta los cuerpos cuando los familiares y miembros de las Zonas Humanitarias, los habían localizado.
11. Solo hasta las 10:00 p.m. del día sábado pudo llegar la familia a Chigorodó para descansar un poco y esperar los restos para darles cristiana sepultura, no había una posada para ellos. Desde el jueves oficialmente se había dicho que todo estaba listo.
12. El Estado tardó 48 horas para trasladar los cadáveres hasta medicina legal, 6 horas demoró la necropsia y 22 horas para trasladarlos de medicina legal a la sala de velación de la funeraria, en total 76 horas dolor e indignación de la familia. Una hora y 40 minutos pudo la familia velar, acompañar a Manuel y Samir.
13. A las 5:30 p.m. del domingo, después de las exequias, la policía fue al hotel donde estaba la familia hospedada, tocó a las puertas para decirles que debían salir porque solo había pagado un día, el programa integral de atención a víctimas.
14. En este viacrucis hubo cirineos que ayudaron a llevar la cruz: las comunidades siempre solidarias, organizaciones nacionales e internacionales, incluidas unas pocas personas del Estado y personas que cumplen sus funciones.
Fuente: http://justiciaypazcolombia.com/Viacrucis-tras-el-crimen-de-Manuel
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